domingo, 25 de enero de 2015

Acué, solos con el viento



Era de noche aún cuando nos desviamos de la carretera principal hacia Forges d'Arbel, y estuvimos unos minutos esperando a que un tractor con quitanieves hiciera unas pasadicas en el principio de la carretera que sube hacia Espelunguere. Solo limpió unas decenas de metros y luego siguió más abajo por los accesos a los edificios, con lo que pudimos seguir con nuestro coche por la carretera nevada. En cuanto cruzamos un estrecho puente vimos que no se podía seguir y tras maniobrar y volver a pasar (ya cara hacia abajo) del puentecito, que parecía más pequeño que el coche, aparcamos, nos pusimos las botas, calzamos los esquís y comenzamos a foquear, mientras empezaba a clarear.


Foqueamos por la pista, pasamos junto a la central eléctrica, llegamos a una barrera, y un poco más adelante, tomamos una pista hacia la derecha, más estrecha, pero por la que también había huella en la nieve. Foqueamos este tramo disfrutando del silencio blanco de la selva en invierno, sobre una huella que se intuía bien aunque estaba algo tapada por la nieve de la noche anterior (no más de 5 cm).


 Al salir del bosque, el viento ya comenzó a embestir. Había dejado la pista irreconocible con las acumulaciones de nieve venteada, pero se veía muy bien el camino a seguir. Bajamos a las proximidades de las cabañas a las que llega esta pista, nos pusimos las gafas y la crema, y emprendimos la subida hacia el collado de Acué por el valle, irregularmente nevado. El relieve de la nieve estaba muy cambiado por el viento, ya que solo unas pocas veces veíamos algun trozo del rastro de huella que unos amigos nuestros habían realizado 4 días antes. Pasamos algunos barrancos y una zona de bloques que nos obligaron a trazar una culebra de dos rayas y puntos laterales sobre nieve a veces profunda, otras veces costra, más compactada por el viento...variada.


En el collado de Acué apenas paramos, solo para confirmar que seguíamos la ruta correcta, lo que nos indicaban también las huellas, más visibles en la vertiente NW de la montaña (más venteada). Siguiendo este rastro alcanzamos el lomo que sube a la cima, y aquí sí que nos las tuvimos con el viento. La cresta estaba pelada, con nieve, rocas, hierbas, algunas chapas de hielo, así que decidimos ponernos los crampones, esquís a la mochila, y recorrer andando este tramo, hasta un punto donde poder comenzar la bajada posterior.


Un poco a sotavento, dejamos los esquís y en unos pocos minutos más llegamos a la cima del Acué, cresteando al final en un ambiente muy alpino.



Después de volver de la cima y comer un poco donde habíamos dejado los esquís, cambiamos al "modo bajada" y comenzó la fiesta.



En la primera mitad de la bajada por la cara sur enlazamos muy buenas palas de nieve polvo bastante profunda, evitando las lomas y buscando las vaguadas. Hacia la mitad encontramos un barranco rocoso y empinado que había que esquivar por la derecha o por la izquierda. Elegimos la derecha, y más tarde nos dimos cuenta que habría sido mejor por la izquierda. Sin embargo era tarde para rectificar y tuvimos que realizar un flanqueo delicado en una zona bastante inclinada y con muchas rocas. Salimos bien del paso y una vez tomamos las laderas francas y también muy cargadas de nieve disfrutamos de los giros mientras volvíamos, forzando la media ladera hacia la izquierda (este), para alcanzar el llano lo más cerca posible del paso de Escale.


Tuvimos que remar un ratillo, y luego negociar con bastante tiento la bajada del paso y todo el recorrido del bosque, siguiendo huellas previas (de subida y de bajada). No se podía esquiar: demasiada piedra y la nieve muy blanda. Al final, una vez llegamos a la pista, nos dejamos deslizar con gusto, hasta el coche, que seguía a 2 grados bajo cero a la una y media del mediodía.

Una gran excursión de esquí de travesía, todo el día solos, y lo que es más bonito, compartiendo el descubrimiento de esta montaña a la que nunca habíamos subido, ni David ni yo. Y eso, en esta zona, se nos empieza a poner difícil. La jarra de cerveza en Villanúa, como siempre, muy hidratante.

lunes, 12 de enero de 2015

Collarada tour

 Esta pasado sábado, 10 de enero, otra vez con David, nos vamos a dar una vuelta por Collarada. Una bonita vuelta. Salimos de Canfranc Pueblo a las 7:10 de la mañana...bueno, aún de noche, y vamos remontando el camino que ya conocemos hacia el Ibón de Ip. Amanece en los últimos pinos, y una vez más, como siempre que venimos aquí, se nos hace larguísimo el tramo de media ladera semillana que va desde el final del bosque hasta las cercanías de la presa de Ip.
Desde allí vemos el panorama: el corredor, anchísimo, que vamos a subir, tiene muy poca nieve en la mitad inferior. Por arriba la cosa no parece que esté tan mal.
 
Aprovechamos una lengua de nieve para ir ya con los crampones puestos, después de esta primera parada.
Tras la larga y mantenida cuesta, llegamos al final donde un pasillo lateral, que no se ve desde abajo, nos lleva a una estrecha brecha.
 
Subimos a la brecha por el lado norte...
 
  Y bajamos por el lado sur.

Una vez descendida la canalilla, ya estamos al sol de la cara sur de Collarada.
Nos ponemos a subir la cuesta, que se nos hace dura, porque ya llevamos un buen desnivel acumulado, pero poco a poco y con algunos resoplidos al final, llegamos a la cima de Collarada.
 
 Luces de montaña


 Últimas fuerzas, para recorrer el corredor de la ruta nomal a Collarada.


 LLegando a la cima


 ¡qué arte tenemos para posar!


Se ve muy poca nieve en el entorno de esta montaña.

Después, bajaríamos por la ruta normal de la cara sur, por enormes campas de nieve primero y enseguida de hierba, hasta la Trapa. Desde allí, tomamos el descenso por el barranco de los Azus y en una curva que gira hacia la izquierda, junto a una tablilla de "Reserva de Caza", tomamos un caminillo que en constantes zetas baja hasta el camino de Santiago, cerca del puente románico de Canfranc. Desde allí, un paseito de un cuarto de hora, nos dejó en el coche hacia las 16:45. Una buena calcetinada para empezar el año; y sin secuelas físicas...esto empieza bien!













domingo, 11 de enero de 2015

Verano Inquieto III: Tresmiles en el Valle de Espingo: Portillón, Seil dera Baque, Grand Quayrat, Belloch

Para empezar bien el 2015, me pongo al día del 2014, colgando lo que tenía pendiente: Los 4 intensos días que pasé con David en el Refugio de Espingo, trepando a algunas cimas de la zona.

Lunes, 21 de julio.
Viaje desde Jaca hasta las Granjas de Astau, cruzando el túnel de Bielsa. Se empieza a andar bastante abajo (unos 1.100 m de altitud) y se va subiendo por buenos caminos entre bosques y lagos como el de Oo, que parece un gran crater inundado, rodeado de riscos selváticos y con su cascada espectacular...grandioso. Teníamos que llegar al refugio antes de las 19:00, que es cuando dan las cenas en el refugio de Espingo, y aunque llegamos unos pocos minutos más tarde, nos dieron de comer caliente...¡uff!

 Lac d'Oo

 LLegando al refugio...corre, corre, que nos quitan la sopa de la mesa!

El Grand Quayrat se asoma entre las nubes a contemplar el atardecer, que aquí a 1.900 m ya ha ocurrido hace más de una hora. Hechas las presentaciones (aquí el Quayrat, aquí un amigo), nos vamos a dormir. En los próximos días tendremos que vérnoslas cuerpo a cuerpo con estos colosos.

Martes, 22 de julio. Crestas de Portillón - Seil dera Baque
Nos depertamos temprano pues el día iba a ser largo. A las 7:00 comenzamos a andar y en 2 horas nos plantamos en el lago del Portillón. Había mucho hielo aún flotando en el lago y se veían muy extensos los neveros, que este año parecían glaciares. Delante teníamos un importante murallón que partía del collado del Portillón y se coronaba con las cimas del Pico del Portillón, y las tres cumbres de Seil dera Baque: nuestra ruta.
 

Tras cruzar algunos neveros duros y pedreras inestables alcanzamos, casi dos horas más tarde, cerca del collado del Portillón, el inicio de una "chimenea" bastante nauseabunda. Antes de superarla, nos encordamos en un lugar incómodo donde a cada movimiento de desmoronaban terrones de roca embarrada. Sin posibilidades de asegurar mucho, superé la chimenea, fácil pero de roca mala (malísima). Iba a ser el peor trago del día. Después, en ensamble por rampas fáciles, llegamos (un servidor, ya exahusto) al Pico del Portillón.

Delante teníamos la cresta hacia Seil dera Baque. Una cresta muy aérea y elegante, expuesta, fácil, pero con grandes bloques (casi gendarmes), que había que rodear con tiento de elegir el lado correcto. Una progresión que hicimos encordados, en ensamble corto, pero poniendo seguros. Se nos hizo bastante largo este tramo de cresta, pero al menos yo, disfruté bastante en él. LLegamos a un resalte que teníamos que descender. Había un rápel pero no nos gusto mucho y decidimos destrepar por el sur para volver a la cresta por una vira inclinada (mejor opción). Desde la brecha, atravesamos una sección horizontal y bastante fácil de placas inclinadas para llegar a la base del resalte más vertical, donde hicimos un largo de cuerda por un corto diedro en el que había un fisurero empotrado. La salida era un poco desplomada (un paso fuertecillo hasta alcanzar una gran laja con la mano izquierda, ver vídeo), por lo que nos pareció bastante más difícil que el grado de dificultad de III+ que marcan las reseñas. Después de esto ya solo quedaban unos pocos metros de cresta afilada y luego bajar entre bloques a un collado.

 

 



Allí comimos y después a seguir pateando. Aquí fue donde se me fueron acabando las fuerzas y fui sufriendo en cada subida, pero poco a poco fuimos avanzando en la cresta. La parte final hasta la cima occidental la hicimos encordados de nuevo, porque aunque es fácil, es un tramo muy expuesto en el que un fallo es El Último fallo. Y con la paliza en el cuerpo, siempre es más difícil concentrarse en cada movimiento. Así que sacamos la cuerda, aseguramos, y ello nos retrasó un poco más. Pero poco después, al fin estabamos en el nevero de la cara Norte del Seil dera Baque, bajando hacia el refugio del Portillón.
 
La bajada se nos hizo muy larga. Sobre todo hasta el refugio de Espingo, al que había que llegar antes de las 19:00 para la cena. ¡Qué estrés! Otro día que llegamos un cuarto de hora más tarde y otro día que nos perdonaron. Y otro día que hubo para cenar pasta, carne guisada y queso con un pan oscuro y duro de masticar.

Miércoles, 23 de julio. Grand Quayrat
Después del palizón del día anterior, decidimos hacer una actividad más corta, para poder descansar por la tarde.
El Grand Quayrat está justo encima del refugio de Espingo y su subida no da respiro: todo tieso para arriba. La ventaja es que en pocas horas te ventilas los aprximadamente 1.100 metros de desnivel. Es un camino para montañeros, empinado y con abundantes pasos en los que hay que trepar, siempre atento, y con algunos pasos horizontales de senderitos estrechos muy expuestos, de los que definen "una situación de vértigo".  Subimos a buen ritmo hasta el collado en el que se toma la cresta. Tras patear la cresta, en la parte final tuvimos que acertar con los hitos que marcan un rodeo de los bloques cimeros por la izquierda (no muy evidente). Siguiendo estos hitos alcanzamos por la trepada más sencilla la cima con sus inmensos bloques.

 Selfi en la cima del Grand Quayrat. Al fondo, de ve todo el cresterío que habíamos recorrido el día anterior.

La bajada era para mí una gran incógnita: Después de las 12 horas de paliza del día anterior ¿responderían las rodillas? La gran noticia fue que sí. A pesar del desnivel y de la "fuerte pendiente mantenida" (así definen los traumatólogos lo que NO hay que bajar si tienes condromalacia de segundo grado en la rodilla), llegué al refugio sin dolores. Bebimos cerveza y descansamos toda la tarde. Lavé ropa y hasta hubo tiempo para secarla al sol de la terraza del refugio de Espingo.
 
 Bajando del Grand Quayrat hacia el refugio de Espingo.

Preguntamos la predicción meteorológica y nos dijeron que para el próximo día habría sol por la mañana y lluvia por la tarde. Con ese pronóstico, decidimos que el día siguiente haríamos algo corto para recoger todo al mediodía y bajar al coche. El Diedro de Spijeoles o la cresta SE del Lezat no entraban en la categoría de "algo corto", y los dejamos para otra ocasión. Así que acordamos que iríamos al Belloch.

 El elegante diedro de la cara NE del Spijeoles, desde la ruta normal del Grand Quayrat. Ya llegará el momento.

Jueves, 24 de julio. La cara oscura del Belloch.
Nos las prometíamos muy felices. Después de los éxitos de los dos primeros días, la ascensión aparentemente más sencilla iba a ser pan comido. Más o menos a la misma hora que los días anteriores, tomamos el sendero empedrado hacia el Refugio del Portillón, y tras pasar el bellísimo lago de Saussat, tomamos a la derecha las empinadas laderas herbosas, dejamos a la izquierda la "Pointe Belloch", pasamos junto a un bello laguito y fuimos rodeando la montaña en media ladera ascendente, hasta que tuvimos ante nosotros la vertiente norte de este pico.
 
 Progresando por senderos poco transitados, entre las macollas de  Festuca eskia.



Para llegar a la brecha hubo que ponerse los crampones y superar un empinado nevero (al final 45-50º), quitarse los crampones malamente entre rocas podridas y llegar andando por terreno "delicado". 

 
Nieve dura y fuerte pendiente. A la izquierda, la cara oscura del Belloch, por donde se suponía que teníamos que subir.

Una vez en la brecha, para arriba por la cresta solo se veían paredones oscuros, en sombra, de rocas negras de apariencia difícil. Habíamos leído en alguna reseña que había que bajar un poco hacia el sur de la brecha para tomar una vira ascendente. Así lo hicimos. Bajamos un poco por una canal descompuesta y vimos una vira, o algo así. Empezamos a trepar y los pasos iban aumentando en exposición, no llevábamos cuerda para segurar, la roca era muy poco confiable, no veíamos hitos, y nos entraron las dudas...

Hay un momento en el que lo ves. Tu cerebro hace un análisis multifactorial donde mezcla toda la información disponible: las sensaciones del momento, situaciones vividas anteriormente, riesgos objetivos, probabilidad de apoyarte en roca no firme, y cienmil cosas más que no puedes razonar conscientemente. Y entonces sientes el miedo. Es el momento de darte la vuelta, si no te gusta jugar a la ruleta rusa. A mí no me gusta.Y nunca hay que olvidar que una retirada a tiempo es una gran victoria.

Desde la mitad de la vira volvimos por donde habíamos venido. Nos habíamos quedado a unos 50 metros de la cima, pero estábamos satisfechos de vivir para contar este fracaso. De vivir para comer juntos el salchichón, las galletas, los frutos secos, y beber de la cantimplora. Vivir para bajar junto al lago formado sobre el helero azulado, para entrar en la niebla, para celebrar con una cerveza nuestra victoria. Vivir para hacer de nuevo la mochila, pagar la cuenta del refugio, descender a duras penas (tuve que poner la reductora para bajar con el mochilón y salvaguardar sana la rodilla) y llegar a las granjas de Astau empapándonos en la tormenta de verano, que como nos había dicho el guarda del refugio, se presentó puntualmente al comenzar la tarde. Vivir para seguir subiendo montañas como el Belloch. Y vivir para contarlo.


 Hay que vivir para contemplar bellezas como ésta


Ya van llegando las nubes que tendrán que representar la función de truenos y rayos por la tarde, así que nosotros nos despedimos de las alturas.