domingo, 3 de junio de 2012

Corredor Estasen y Petit Black al Aneto


Camino sobre la nieve ni muy dura ni muy blanda de la fuerte pendiente del corredor. La huella es buena, pero a cada paso miro mi pie derecho, para comprobar que la bota y el crampón siguen perfectamente ajustados. Detrás va Julián que también se fija y de vez en cuando me dice:
      -Eso no se ha movido ni un milímetro.
"Eso", es una pinza de las que vienen en las navajas multiusos, de esas que uno siempre se pregunta para qué la meten ahí, si nunca hay que usarla. Metida en los agujeros de la pletina que une la parte delantera y trasera de mi crampón, ha conseguido sustituir el pasador que se me había roto y resistir el esfuerzo.

Tres cuartos de hora antes, el intento de arreglo con cordino había fracasado en cinco minutos, y antes aún, el primer intento con un brida de plástico no había durado más de 10 minutos. Yo estaba dispuesto a renunciar al corredor, porque ya les estaba haciendo perder un tiempo precioso a mis compañeros con los arreglos, y la cagada había sido mía al llevar un crampón roto al monte. Y en el monte las cagadas de ese tipo se deben de pagar (a poder ser no muy caras). El precio de quedarme allí esperando tranquilamente me pareció un precio bien barato, comparando con tener un accidente por un crampón que se sale. Pero Pala y Julián no dejaban de buscar soluciones, y aún tenían más en la recámara.

Las pinzas de Julián funcionan. Ahora subo contento, con esa mezcla de alegría y cansancio que se obtiene cerca de la cima tras haber ascendido 1.400 m de desnivel, y ver que ya alcanzas el objetivo. La pendiente aquí es más empinada que en el corredor Estasen, cuya mayor parte hemos subido ya. María y David han llegado a la cresta entre la Aguja Daviú y la Aguja Escudier, y detrás Pala, se empeña en intentar sacar un friend empotrado por alguna cordada anterior (que al final se quedará allí) en la base de este estrecho y corto corredorcito, el Petit Black. Un extra de belleza alpinística para una ascensión de envergadura, un capricho perfectamente prescindible que puedes añadir al menú sólo si está en prefectas condiciones. Hoy es así, un melocotón maduro traído del huerto a mitad de julio.

Hace dos años, tuvimos que renunciar y subir por la ruta normal del collado de Coronas, porque el Petit Black estaba seco y el Estasen tampoco tenía nieve en toda su longitud.

Esta vez nos salió todo bien. Dormimos junto al coche en los llanos de Senarta y nos depertamos a las 4:00 para desayunar y subir pronto por la pista. A las 5:20 empezábamos a andar en la ribereta de Vaillibierna (1950 m).

  
Aún no daba el sol en las cimas, y ya llevábamos ascendidos aproximadamente 700 m de desnivel, al pasar por el rebosadero del ibón inferior de Coronas.

En el lago superior de Coronas paramos a beber agua. Aún no eran las 8:00 de la mañana, y me preguntaba qué buscaría este cuervo a esas horas en medio de un lago helado. Tal vez él se preguntaría lo mismo de nosotros. Tal vez, con más razón.

Otros, más madrugadores, ya entraban en el corredor al que íbamos nosotros también.

En mitad del corredor Estasen ya se veía el Petit Black, que estaba en unas condiciones muy buenas y con un pedazo de huella asentada por todos los que nos precedían, que no eran pocos. Nos comimos el melocotón.

Julián y Pala, en la parte superior del Petit Black.

Pala en los últimos pasos del corrdor Petit Black. Al fondo y muy abajo, el collado de Coronas.

Tuvimos que hacer algo de trepada, fácil pero delicada, para llegar a la aguja Escudier.

David se tomó una barrita de cereales en la cima de la aguja Escudier mientras nos esperaba.

LLegamos a la cima del Pirineo con un tiempo espléndido.

Un día perfecto en la cima del Aneto. Aún quedaba una última dificultad, conseguir pasar el paso de Mahoma a "contracorriente", cruzándonos con el enorme flujo de montañeros (o no) que no dejaban de subir a la cima. Contrastó la sensación de bienestar en la parte "difícil" de la ascensión con la tensión que vivimos allí al ver algunos modos y maneras...chungas chungas.
Desde la punta Oliveras se ve muy bonito el corredor que habíamos subido ya y las agujas Escudier y Daviú. En la cima de esta última había un alpinista.


Ranunculus pyrenaeus, una de las plantas que primero se desarrollan cuando se va la nieve en los pastos alpinos, cerca del Lago de Coronas.

Androsace vandellii, planta de los roquedos de rocas silíceas (granitos, areniscas...) de la alta montaña.

Bajamos ya un poco agobiados por el calor al valle de Vallibierna (el pico del mismo nombre, al fondo). Hicimos todo bien, hasta el horario, porque nada más montarnos en el coche empezó a llover. Cayó una vuelta de agua bastante maja mientras degustabamos a cubierto, ya en el valle, la ensalada de María y el resto de viandas, que se dejaron comer con bastate facilidad. Como los melocotones del huerto en julio.



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