domingo, 30 de abril de 2017

El alpinismo es la verdad: LLana del Bozo, corredor norte


Hoy me pongo a escribir esta entrada en el blog, y me entero de que ha muerto Ueli Steck. Los que hacemos montañismo, y algo de alpinismo esporádicamente, sin grandes dificultades, admiramos a estos portentos de la fuerza, la técnica, el valor…parecen dioses. Como niños pequeños, tengamos la edad que tengamos, nos imaginamos que somos ellos, o que a lo mejor lo podríamos ser “cuando seamos mayores”, y nos motiva para entrenar las piernas y los brazos, jadear, aguantar rozaduras, madrugones y sudor helado en los lumbares. Ueli Steck se la jugó muchas veces, salta a la vista, y además lo hemos visto en los vídeos. Hemos temblado al ver el piolet balancearse sobre la roca en un paso de quinto, escalando a pelo en la vía McIntre a las Grandes Jorasses. Para hacerla en menos de tres horas. Y no nos hemos podido creer que se pudiese correr cuesta arriba en una pendiente de 60 grados, mientras veíamos cómo lo hacía. Adiós, Ueli Steck, tu nombre quedará para siempre en el olimpo de los dioses del alpinismo.

Pero yo quería contar mi pequeña historia de ayer: nada de récords. Ni de dioses. El planteamiento fue: vamos a hacer algo de alpinismo fácil desde Candanchú. Y para allá nos fuimos, David y yo, a la Llana del Bozo, a subir por el corredor norte.

Salimos del parking de Candanchú a las siete de la mañana, ya de día, y nos dirigimos hacia la cueva y paso del contrabandista. En la media ladera antes de llegar al paso ya tuvimos que poner los crampones, porque la nieve estaba dura. Y allí salió el sol. Bien temprano.
Hacia el paso del contrabandista, al amanecer
 
Después de caminar un tramo por hierba y rocas, en el Paso del Contrabandista, volvimos a ponernos los crampones, ya con las laderas de Loma Verde delante, y seguimos una cómoda trazada de huella de esquí de días anteriores, para coger altura hasta el paso clave que da acceso al valle de Aspe. Desde aquí ya vimos nuestro objetivo, más alejado y soleado de lo que esperábamos.
 
David señala nuestro objetivo, iluminado por el sol, hacia las 8:15 de la mañana. Es el corredor que se ve a la derecha de la cima.
 
Tras pequeño subeybaja, flanqueamos el paso y bajamos hasta los llanos del fondo del Circo de Aspe, sacamos el piolet para tomar la cuesta inicial de una pequeña faja y al terminar de pasarla, paramos a tomar un trago y prepararnos (casco, piolets, arnés, guantes “duros”, algo de material por si acaso) para acometer el corredor. La cuesta es larga y se va empinando progresivamente. La nieve estaba muy bien, y yo seguía en mi paso de reductora la huella que abría David, siempre con más potencia en las piernas que yo.


Las montaña, a los montañeros: ¿nos hace pequeños, o nos hace grandes?

Tras un descansillo en un reborde más plano de la nieve, bajo una roca, acometimos la parte final, la que tiene un verdadero aspecto de corredor, que es bastante corta. En algunos tramos la pendiente se ponía bastante tiesa, pero no nos pareció tanto como para sacar la cuerda. LLegamos a la salida del corredor, donde el viento soplaba de lo lindo, y para arriba primero por las palas apenas soleadas de la vertiente oeste y finalmente por la arista, hasta la cima.

Cerca del final del corredor

Contraluz enfilando hacia la arista oeste, tras salir del corredor

Arista cimera, bellísima

Mi cámara, utilizándome para hacerse una selfie
 
 

Una selfie de cima más. Ruta nueva.

Sin parar apenas en la cima más que para que la cámara se hiciera una selfie, bajamos hasta un sitio resguardado a comer y beber algo, y luego seguimos bajando, primero por unas palas inclinadas de la cara sudeste, luego por la brecha o paso de Napazal, de nuevo a la cara norte. El inicio del descenso desde la brecha estaba empinado y con nieve dura, a la sombra. Luego al sol la nieve ya algo humedecida se nos pegaba en las suelas de la bota haciendo zuecos, y tuvimos que bajar casi toda la empinada y larga cuesta de espaldas. Una vez abajo, en el Circo de Aspe, solo nos quedaba volver por nuestras huellas hacia el paso a Loma Verde, Cueva del Contrabandista y a Candanchú, a donde llegamos a las 13:48. El cielo ya se había empezado a encapotar un poco antes, como anunciaba la previsión, y satisfechos de haber aprovechado una fría y soleada mañana de finales de abril, nos comimos unos bocatas en Canfranc.

 No vimos a nadie en todo el día. Las condiciones fueron perfectas. No somos Ueli Steck, pero podemos estar contentos con nuestros cuerpos de padres de familia aficionados a la montaña, que nos permiten practicar el alpinismo: una actividad comprometida, sacrificada, bellísima y que no se puede explicar: La Verdad.

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