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domingo, 22 de abril de 2018

Pico de Arriel, desde la Sarra

Madrugamos bastante, y a las 7:10 de la mañana ya estábamos andando en La Sarra, ya de día, con las zapatillas calzadas y los esquís más las botas en la mochila. El camino que sube a Respomuso apenas tenía nieve, pero sí muchísima agua que bajaba de todas partes. Entretenidos en cada paso de riachuelos y pequeños arroyuelos, llegamos hasta la Selva de Soba, cada vez con más nieve en el camino. Nos pusimos las botas y continuamos subiendo por el camino paralelo al barranco de Garmo Negro, intuyendo el itinerario, pues la nieve, cada vez más abundante, tapaba las referencias.
Sin pérdida llegamos al final del bosque, y a unos 1.850 m de altitud nos pusimos los esquís, y a foquear. Enfilamos el centro del barranco de Soba, que forma un circo, y progresamos por pendiente suave al principio, totalmente rodeados de coladas de nieve, purgas más o menos grandes que habían caído las tardes de los calurosos días anteriores. Elegimos el terreno más liso, y fuimos acercándonos al canal central  por donde baja el barranco. Al empinarse la pendiente lo que nos pareció demasiado, sacamos el piolet, y con los esquís en la mochila, remontamos esta canal, por nieve poco transformada, hasta un gran plateau bajo el collado de Soba y la imponente cara oeste del pico de Arriel.
Remontando la canal por el centro del barranco de Soba
Desde este rellano a 2.200 m, foqueando con cuchillas, fuimos remontando unas palas amplias y francas, con nieve bien transformada, durita, que nos permitieron progresar a ritmo constante hasta el collado de Arriel, 2.605 m.
Subiendo por el barranco de Soba haca el collado de Arriel, con la cara oeste del Arriel detrás, aún en sombra. Estas laderas las pillaríamos dos horas después, de bajada, en perfecto estado para esquiar.

Desde el collado de Arriel, la cara oeste del pico nos pareció demasiado tétrica: barrida por aludes, y además con un corte horizontal de una placa desprendida que tendría un metro o más de espesor, y que creaba una especie de "tacón de suela" justo en la parte más empinada. Además, se veía un trazado muy seguro de nieve compacta, sin rocas, y con huellas, en la arista norte, la de la vía normal.
Cresta final al pico de Arriel, bastante empinada pero con abundante nieve compacta, y buena huella.
No nos costó mucho decidirnos a seguir los pasos de una pareja de alpinistas franceses que habían llegado al collado un poco antes que nosotros. Las palas se van empinando progresivamente, y ascendemos seguros con los crampones y un par de piolets, acabando por una finísima arista, con mucho patio.

En la cima, estamos muy poco rato, lo justo para sacarnos una selfie y aplazar la celebración hasta que destrepemos la arista. Según pasan los minutos, el sol va ablandando la nieve, aunque lo hace más despacio en esta cara norte.
Una selfie de cima más
La bajada por la arista, sobre todo en el principio, más estrecho y menos empinado, hay que hacerla despacio y con buena letra. El patio es importante, a ambos lados, y ahora no puedes evitar mirar para abajo (¡hay que poner bien los pies!). Así que, con cuidadín y sin prisas, bajamos esta elegante arista, en un ambiente alpino como pocas veces había disfrutado en el Pirineo.
Desde la cima, David empieza a descender la arista

En la parte intermedia la cresta es más ancha, pero muy pendiente, y tenemos que bajarla de espaldas.
Una vez en el collado, celebramos esta buenísima ascensión, comemos un poco y nos lanzamos esquiando por los 400 m de palas de nieve perfecta hasta el rellano a 2200 m. Desde aquí, la nieve ya está bastante sopa, pesada y poco agradable por la canal por la que hemos subido, y apuramos todo lo que podemos hasta parte del bosque bajo la majada de Soba. Desde allí, ya al calor del mediodía, porteamos con los esquís y las botas en la mochila hasta el coche, y nos escapamos de la montaña en las horas malas del día (las de la tarde) en esta temporada de calores y mucha nieve acumulada aún en el monte.
El remate fueron las tostadas que nos comimos en el Mesón El Molino de Escuer. Había que elegir, y por supuesto, nos comimos las "Tostas Arrieles", acompañadas con bien merecida cerveza.